http://www.stepienybarno.es/blog/2012/11/04/carta-de-un-estudiante-de-arquitectura/
Soy
estudiante de arquitectura, un estudiante sin nombre, porque, aquí y
ahora, cómo me llamo no es importante. Creo que mis palabras representan
a muchos estudiantes de arquitectura y eso sí que es más importante.
Para más datos, estoy en tercero y, tengo que reconocer que, el bicho de la arquitectura ya se ha apoderado de mí.
Hoy, hemos recibido el enunciado de un nuevo
proyecto. Y ¿de qué se trata? Pues de realizar un museo de arte
contemporáneo. Sí, como lo oís. ¿Un museo?! El mismo
enunciado que hace 10 años y que hace 20… triste ¿no? Los tiempos
cambian, la crisis pone patas arriba el sistema y a la arquitectura (y
los arquitectos) la deja temblando, pero, en la asignatura de proyectos,
seguimos pensando en museos.
Como digo son ya tres años de carrera y gracias a ellos he empezado a saborear la esencia de la arquitectura; veo el mundo distinto y, para mal o para bien, el mundo me ve distinto a mí.
La mayoría de los que leeréis esta carta seguramente seréis arquitectos
y bien me comprendéis si os hablo de largas noches de entrega, de
profesores con el ego desbocado, de los planes que realizan mis amigos
de otras facultades y que, ya, ni se molestan en contarme. Pero no
quiero hablar de ello; hoy quiero quejarme. Sí ¡leches! quejarme por la
desconexión de la escuela con la realidad. La universidad es como un
inmenso elefante, cuyos movimientos son lentos, lentísimos, y no se
recicla de ninguna manera. Algunos diréis que la universidad no tiene
que estar a expensas del “mercado”, pero esto ya se pasa de castaño
oscuro.
También es cierto que, dentro de ella, tenemos la suerte de tener profesores, sobre todo jóvenes, que nos tratan con respeto y que nos ilusionan con sus asignaturas.
Éstos, por lo que nos cuentan, tienen un pie dentro y otro fuera; están
pendientes de rollos de certificaciones académicas y no sé que
historias. De esta forma, no son los mejores profesores los que tienen
el puesto asegurado; sorprendentemente, por lo menos para mí, son los
que peor lo hacen ¡De locos! Éstos últimos viven en su torre marfil,
inmunes a la realidad y a la crisis, pensando que todo puede seguir
siendo como fue.
Muchos dicen que sobran escuelas de arquitectura
y seguro que no les falta razón. Pero también es cierto que los que
estamos dentro queremos tener opciones de ser arquitectos. Ya es tarde
para echarme atrás, esto me gusta, y mucho. Sé que no hay trabajo, que
la sociedad nos ve como nos ve, pero a mi nadie me puede impedir querer
se arquitecto; es mi vida y lo va a ser para siempre. Quizás, peque de
ingenuidad, pero es lo que toca con mi edad, pensar que puedo, que
podemos, cambiar el mundo. La arquitectura es un servicio y yo soy un servidor. Algo más grande que yo está en marcha y quiero formar parte de ello.
Tal vez, muchos de vosotros dejasteis de soñar, pero no es justo que yo no tenga derecho a seguir soñando. Porque esta es, a pesar de todo, una carrera de sueños. Sueños encontrados y sueños por encontrar. Un mundo mejor es posible y la arquitectura tiene mucho que decir en todo ello.
También es cierto que soy de otra generación; soy un nativo digital.
A lo mejor a algunos os suena raro, pero es así. Esto no me preocupa,
para mi es normal, es como ser rubio o moreno; lo que me preocupa es la
brecha digital que existe. La gran mayoría de quienes toman las
decisiones en esta escuela pasan olímpicamente de esta realidad. No les
interesa entender que el mundo ha cambiado y que nosotros, los usuarios
de estas aulas, nos merecemos unas clases adaptadas a la realidad. Si
me despierto tuiteando, me comunico desde Tuenti con mi gente, tengo un
blog donde voy dando la murga con mis obsesiones y paranoias y
pertenezco a más de 20 o 30, qué se yo, grupos de facebook; por qué mis
profesores no hacen nada para que todo ello se integre en sus
asignaturas. Bueno, para ser justos, algunos sí que hacen su esfuerzo y
montan un blog de la asignatura; pero… hay tanto por hacer!!
Cuánta información disponible en la red que aumentaría mi conocimiento a un solo click de distancia. La red podría ser la extensión infinita de las limitadas pareces de mis clases. Existen
miles de posibilidades de completar nuestra formación, por ejemplo, con
una sencilla comunidad digital que nos ayudara a que los alumnos
colaborásemos entre nosotros.
Con ello, no digo que lo más importante sea el entorno
digital; nada de eso, sé perfectamente que la magia de la arquitectura
se transmite cara a cara, y todavía mejor entregándome a las lecciones
que la propia arquitectura, en vivo y en directo, nos brinda. Soy
consciente de ello, pero hibridar ambos mundos es posible y además muy
barato ¡perfecto para los tiempos de crisis!
Sin embargo, en vez de animarnos a colaborar entre nosotros, se siguen empeñando en enseñarnos a competir. Los
codazos y los enchufes serán el pan nuestro de cada día en el “mundo
real”, pero yo quiero un mundo más humano en el que las sinergias sean
ese alimento de cada día. Tantas cosas… y seguro que pensareis tanta
inocencia!!
Aun así, seguiré soñando con una escuela sin profesores
subidos en la tarima, soltándonos chapas de dos horas sin descanso.
Seguiré soñando con profesores que me hablen de los mejores blogs de
arquitectura en vez, del Croquis y demás. Seguiré soñando con trabajar
como arquitecto, sin tener que ser por fuerza un falso autónomo; si para
ello tengo que irme a la China, pues, muy a mi pesar, me iré. Seguiré
soñando con profesores que además de ser buenos arquitectos, sean
buenos docentes y consignan ilusionarme hasta si me hablan de los
límites de Atterberg!
Quizás sea mucho soñar, pero si no sueño muero.
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Soy
estudiante de arquitectura, un estudiante sin nombre, porque, aquí y
ahora, cómo me llamo no es importante. Creo que mis palabras representan
a muchos estudiantes de arquitectura y eso sí que es más importante.
Para más datos, estoy en tercero y, tengo que reconocer que, el bicho de la arquitectura ya se ha apoderado de mí.
Hoy, hemos recibido el enunciado de un nuevo
proyecto. Y ¿de qué se trata? Pues de realizar un museo de arte
contemporáneo. Sí, como lo oís. ¿Un museo?! El mismo
enunciado que hace 10 años y que hace 20… triste ¿no? Los tiempos
cambian, la crisis pone patas arriba el sistema y a la arquitectura (y
los arquitectos) la deja temblando, pero, en la asignatura de proyectos,
seguimos pensando en museos.
Como digo son ya tres años de carrera y gracias a ellos he empezado a saborear la esencia de la arquitectura; veo el mundo distinto y, para mal o para bien, el mundo me ve distinto a mí.
La mayoría de los que leeréis esta carta seguramente seréis arquitectos
y bien me comprendéis si os hablo de largas noches de entrega, de
profesores con el ego desbocado, de los planes que realizan mis amigos
de otras facultades y que, ya, ni se molestan en contarme. Pero no
quiero hablar de ello; hoy quiero quejarme. Sí ¡leches! quejarme por la
desconexión de la escuela con la realidad. La universidad es como un
inmenso elefante, cuyos movimientos son lentos, lentísimos, y no se
recicla de ninguna manera. Algunos diréis que la universidad no tiene
que estar a expensas del “mercado”, pero esto ya se pasa de castaño
oscuro.
También es cierto que, dentro de ella, tenemos la suerte de tener profesores, sobre todo jóvenes, que nos tratan con respeto y que nos ilusionan con sus asignaturas.
Éstos, por lo que nos cuentan, tienen un pie dentro y otro fuera; están
pendientes de rollos de certificaciones académicas y no sé que
historias. De esta forma, no son los mejores profesores los que tienen
el puesto asegurado; sorprendentemente, por lo menos para mí, son los
que peor lo hacen ¡De locos! Éstos últimos viven en su torre marfil,
inmunes a la realidad y a la crisis, pensando que todo puede seguir
siendo como fue.
Muchos dicen que sobran escuelas de arquitectura
y seguro que no les falta razón. Pero también es cierto que los que
estamos dentro queremos tener opciones de ser arquitectos. Ya es tarde
para echarme atrás, esto me gusta, y mucho. Sé que no hay trabajo, que
la sociedad nos ve como nos ve, pero a mi nadie me puede impedir querer
se arquitecto; es mi vida y lo va a ser para siempre. Quizás, peque de
ingenuidad, pero es lo que toca con mi edad, pensar que puedo, que
podemos, cambiar el mundo. La arquitectura es un servicio y yo soy un servidor. Algo más grande que yo está en marcha y quiero formar parte de ello.
Tal vez, muchos de vosotros dejasteis de soñar, pero no es justo que yo no tenga derecho a seguir soñando. Porque esta es, a pesar de todo, una carrera de sueños. Sueños encontrados y sueños por encontrar. Un mundo mejor es posible y la arquitectura tiene mucho que decir en todo ello.
También es cierto que soy de otra generación; soy un nativo digital.
A lo mejor a algunos os suena raro, pero es así. Esto no me preocupa,
para mi es normal, es como ser rubio o moreno; lo que me preocupa es la
brecha digital que existe. La gran mayoría de quienes toman las
decisiones en esta escuela pasan olímpicamente de esta realidad. No les
interesa entender que el mundo ha cambiado y que nosotros, los usuarios
de estas aulas, nos merecemos unas clases adaptadas a la realidad. Si
me despierto tuiteando, me comunico desde Tuenti con mi gente, tengo un
blog donde voy dando la murga con mis obsesiones y paranoias y
pertenezco a más de 20 o 30, qué se yo, grupos de facebook; por qué mis
profesores no hacen nada para que todo ello se integre en sus
asignaturas. Bueno, para ser justos, algunos sí que hacen su esfuerzo y
montan un blog de la asignatura; pero… hay tanto por hacer!!
Cuánta información disponible en la red que aumentaría mi conocimiento a un solo click de distancia. La red podría ser la extensión infinita de las limitadas pareces de mis clases. Existen
miles de posibilidades de completar nuestra formación, por ejemplo, con
una sencilla comunidad digital que nos ayudara a que los alumnos
colaborásemos entre nosotros.
Con ello, no digo que lo más importante sea el entorno
digital; nada de eso, sé perfectamente que la magia de la arquitectura
se transmite cara a cara, y todavía mejor entregándome a las lecciones
que la propia arquitectura, en vivo y en directo, nos brinda. Soy
consciente de ello, pero hibridar ambos mundos es posible y además muy
barato ¡perfecto para los tiempos de crisis!
Sin embargo, en vez de animarnos a colaborar entre nosotros, se siguen empeñando en enseñarnos a competir. Los
codazos y los enchufes serán el pan nuestro de cada día en el “mundo
real”, pero yo quiero un mundo más humano en el que las sinergias sean
ese alimento de cada día. Tantas cosas… y seguro que pensareis tanta
inocencia!!
Aun así, seguiré soñando con una escuela sin profesores
subidos en la tarima, soltándonos chapas de dos horas sin descanso.
Seguiré soñando con profesores que me hablen de los mejores blogs de
arquitectura en vez, del Croquis y demás. Seguiré soñando con trabajar
como arquitecto, sin tener que ser por fuerza un falso autónomo; si para
ello tengo que irme a la China, pues, muy a mi pesar, me iré. Seguiré
soñando con profesores que además de ser buenos arquitectos, sean
buenos docentes y consignan ilusionarme hasta si me hablan de los
límites de Atterberg!
Quizás sea mucho soñar, pero si no sueño muero.
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Soy
estudiante de arquitectura, un estudiante sin nombre, porque, aquí y
ahora, cómo me llamo no es importante. Creo que mis palabras representan
a muchos estudiantes de arquitectura y eso sí que es más importante.
Para más datos, estoy en tercero y, tengo que reconocer que, el bicho de la arquitectura ya se ha apoderado de mí.
Hoy, hemos recibido el enunciado de un nuevo
proyecto. Y ¿de qué se trata? Pues de realizar un museo de arte
contemporáneo. Sí, como lo oís. ¿Un museo?! El mismo
enunciado que hace 10 años y que hace 20… triste ¿no? Los tiempos
cambian, la crisis pone patas arriba el sistema y a la arquitectura (y
los arquitectos) la deja temblando, pero, en la asignatura de proyectos,
seguimos pensando en museos.
Como digo son ya tres años de carrera y gracias a ellos he empezado a saborear la esencia de la arquitectura; veo el mundo distinto y, para mal o para bien, el mundo me ve distinto a mí.
La mayoría de los que leeréis esta carta seguramente seréis arquitectos
y bien me comprendéis si os hablo de largas noches de entrega, de
profesores con el ego desbocado, de los planes que realizan mis amigos
de otras facultades y que, ya, ni se molestan en contarme. Pero no
quiero hablar de ello; hoy quiero quejarme. Sí ¡leches! quejarme por la
desconexión de la escuela con la realidad. La universidad es como un
inmenso elefante, cuyos movimientos son lentos, lentísimos, y no se
recicla de ninguna manera. Algunos diréis que la universidad no tiene
que estar a expensas del “mercado”, pero esto ya se pasa de castaño
oscuro.
También es cierto que, dentro de ella, tenemos la suerte de tener profesores, sobre todo jóvenes, que nos tratan con respeto y que nos ilusionan con sus asignaturas.
Éstos, por lo que nos cuentan, tienen un pie dentro y otro fuera; están
pendientes de rollos de certificaciones académicas y no sé que
historias. De esta forma, no son los mejores profesores los que tienen
el puesto asegurado; sorprendentemente, por lo menos para mí, son los
que peor lo hacen ¡De locos! Éstos últimos viven en su torre marfil,
inmunes a la realidad y a la crisis, pensando que todo puede seguir
siendo como fue.
Muchos dicen que sobran escuelas de arquitectura
y seguro que no les falta razón. Pero también es cierto que los que
estamos dentro queremos tener opciones de ser arquitectos. Ya es tarde
para echarme atrás, esto me gusta, y mucho. Sé que no hay trabajo, que
la sociedad nos ve como nos ve, pero a mi nadie me puede impedir querer
se arquitecto; es mi vida y lo va a ser para siempre. Quizás, peque de
ingenuidad, pero es lo que toca con mi edad, pensar que puedo, que
podemos, cambiar el mundo. La arquitectura es un servicio y yo soy un servidor. Algo más grande que yo está en marcha y quiero formar parte de ello.
Tal vez, muchos de vosotros dejasteis de soñar, pero no es justo que yo no tenga derecho a seguir soñando. Porque esta es, a pesar de todo, una carrera de sueños. Sueños encontrados y sueños por encontrar. Un mundo mejor es posible y la arquitectura tiene mucho que decir en todo ello.
También es cierto que soy de otra generación; soy un nativo digital.
A lo mejor a algunos os suena raro, pero es así. Esto no me preocupa,
para mi es normal, es como ser rubio o moreno; lo que me preocupa es la
brecha digital que existe. La gran mayoría de quienes toman las
decisiones en esta escuela pasan olímpicamente de esta realidad. No les
interesa entender que el mundo ha cambiado y que nosotros, los usuarios
de estas aulas, nos merecemos unas clases adaptadas a la realidad. Si
me despierto tuiteando, me comunico desde Tuenti con mi gente, tengo un
blog donde voy dando la murga con mis obsesiones y paranoias y
pertenezco a más de 20 o 30, qué se yo, grupos de facebook; por qué mis
profesores no hacen nada para que todo ello se integre en sus
asignaturas. Bueno, para ser justos, algunos sí que hacen su esfuerzo y
montan un blog de la asignatura; pero… hay tanto por hacer!!
Cuánta información disponible en la red que aumentaría mi conocimiento a un solo click de distancia. La red podría ser la extensión infinita de las limitadas pareces de mis clases. Existen
miles de posibilidades de completar nuestra formación, por ejemplo, con
una sencilla comunidad digital que nos ayudara a que los alumnos
colaborásemos entre nosotros.
Con ello, no digo que lo más importante sea el entorno
digital; nada de eso, sé perfectamente que la magia de la arquitectura
se transmite cara a cara, y todavía mejor entregándome a las lecciones
que la propia arquitectura, en vivo y en directo, nos brinda. Soy
consciente de ello, pero hibridar ambos mundos es posible y además muy
barato ¡perfecto para los tiempos de crisis!
Sin embargo, en vez de animarnos a colaborar entre nosotros, se siguen empeñando en enseñarnos a competir. Los
codazos y los enchufes serán el pan nuestro de cada día en el “mundo
real”, pero yo quiero un mundo más humano en el que las sinergias sean
ese alimento de cada día. Tantas cosas… y seguro que pensareis tanta
inocencia!!
Aun así, seguiré soñando con una escuela sin profesores
subidos en la tarima, soltándonos chapas de dos horas sin descanso.
Seguiré soñando con profesores que me hablen de los mejores blogs de
arquitectura en vez, del Croquis y demás. Seguiré soñando con trabajar
como arquitecto, sin tener que ser por fuerza un falso autónomo; si para
ello tengo que irme a la China, pues, muy a mi pesar, me iré. Seguiré
soñando con profesores que además de ser buenos arquitectos, sean
buenos docentes y consignan ilusionarme hasta si me hablan de los
límites de Atterberg!
Quizás sea mucho soñar, pero si no sueño muero.
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Soy
estudiante de arquitectura, un estudiante sin nombre, porque, aquí y
ahora, cómo me llamo no es importante. Creo que mis palabras representan
a muchos estudiantes de arquitectura y eso sí que es más importante.
Para más datos, estoy en tercero y, tengo que reconocer que, el bicho de la arquitectura ya se ha apoderado de mí.
Hoy, hemos recibido el enunciado de un nuevo
proyecto. Y ¿de qué se trata? Pues de realizar un museo de arte
contemporáneo. Sí, como lo oís. ¿Un museo?! El mismo
enunciado que hace 10 años y que hace 20… triste ¿no? Los tiempos
cambian, la crisis pone patas arriba el sistema y a la arquitectura (y
los arquitectos) la deja temblando, pero, en la asignatura de proyectos,
seguimos pensando en museos.
Como digo son ya tres años de carrera y gracias a ellos he empezado a saborear la esencia de la arquitectura; veo el mundo distinto y, para mal o para bien, el mundo me ve distinto a mí.
La mayoría de los que leeréis esta carta seguramente seréis arquitectos
y bien me comprendéis si os hablo de largas noches de entrega, de
profesores con el ego desbocado, de los planes que realizan mis amigos
de otras facultades y que, ya, ni se molestan en contarme. Pero no
quiero hablar de ello; hoy quiero quejarme. Sí ¡leches! quejarme por la
desconexión de la escuela con la realidad. La universidad es como un
inmenso elefante, cuyos movimientos son lentos, lentísimos, y no se
recicla de ninguna manera. Algunos diréis que la universidad no tiene
que estar a expensas del “mercado”, pero esto ya se pasa de castaño
oscuro.
También es cierto que, dentro de ella, tenemos la suerte de tener profesores, sobre todo jóvenes, que nos tratan con respeto y que nos ilusionan con sus asignaturas.
Éstos, por lo que nos cuentan, tienen un pie dentro y otro fuera; están
pendientes de rollos de certificaciones académicas y no sé que
historias. De esta forma, no son los mejores profesores los que tienen
el puesto asegurado; sorprendentemente, por lo menos para mí, son los
que peor lo hacen ¡De locos! Éstos últimos viven en su torre marfil,
inmunes a la realidad y a la crisis, pensando que todo puede seguir
siendo como fue.
Muchos dicen que sobran escuelas de arquitectura
y seguro que no les falta razón. Pero también es cierto que los que
estamos dentro queremos tener opciones de ser arquitectos. Ya es tarde
para echarme atrás, esto me gusta, y mucho. Sé que no hay trabajo, que
la sociedad nos ve como nos ve, pero a mi nadie me puede impedir querer
se arquitecto; es mi vida y lo va a ser para siempre. Quizás, peque de
ingenuidad, pero es lo que toca con mi edad, pensar que puedo, que
podemos, cambiar el mundo. La arquitectura es un servicio y yo soy un servidor. Algo más grande que yo está en marcha y quiero formar parte de ello.
Tal vez, muchos de vosotros dejasteis de soñar, pero no es justo que yo no tenga derecho a seguir soñando. Porque esta es, a pesar de todo, una carrera de sueños. Sueños encontrados y sueños por encontrar. Un mundo mejor es posible y la arquitectura tiene mucho que decir en todo ello.
También es cierto que soy de otra generación; soy un nativo digital.
A lo mejor a algunos os suena raro, pero es así. Esto no me preocupa,
para mi es normal, es como ser rubio o moreno; lo que me preocupa es la
brecha digital que existe. La gran mayoría de quienes toman las
decisiones en esta escuela pasan olímpicamente de esta realidad. No les
interesa entender que el mundo ha cambiado y que nosotros, los usuarios
de estas aulas, nos merecemos unas clases adaptadas a la realidad. Si
me despierto tuiteando, me comunico desde Tuenti con mi gente, tengo un
blog donde voy dando la murga con mis obsesiones y paranoias y
pertenezco a más de 20 o 30, qué se yo, grupos de facebook; por qué mis
profesores no hacen nada para que todo ello se integre en sus
asignaturas. Bueno, para ser justos, algunos sí que hacen su esfuerzo y
montan un blog de la asignatura; pero… hay tanto por hacer!!
Cuánta información disponible en la red que aumentaría mi conocimiento a un solo click de distancia. La red podría ser la extensión infinita de las limitadas pareces de mis clases. Existen
miles de posibilidades de completar nuestra formación, por ejemplo, con
una sencilla comunidad digital que nos ayudara a que los alumnos
colaborásemos entre nosotros.
Con ello, no digo que lo más importante sea el entorno
digital; nada de eso, sé perfectamente que la magia de la arquitectura
se transmite cara a cara, y todavía mejor entregándome a las lecciones
que la propia arquitectura, en vivo y en directo, nos brinda. Soy
consciente de ello, pero hibridar ambos mundos es posible y además muy
barato ¡perfecto para los tiempos de crisis!
Sin embargo, en vez de animarnos a colaborar entre nosotros, se siguen empeñando en enseñarnos a competir. Los
codazos y los enchufes serán el pan nuestro de cada día en el “mundo
real”, pero yo quiero un mundo más humano en el que las sinergias sean
ese alimento de cada día. Tantas cosas… y seguro que pensareis tanta
inocencia!!
Aun así, seguiré soñando con una escuela sin profesores
subidos en la tarima, soltándonos chapas de dos horas sin descanso.
Seguiré soñando con profesores que me hablen de los mejores blogs de
arquitectura en vez, del Croquis y demás. Seguiré soñando con trabajar
como arquitecto, sin tener que ser por fuerza un falso autónomo; si para
ello tengo que irme a la China, pues, muy a mi pesar, me iré. Seguiré
soñando con profesores que además de ser buenos arquitectos, sean
buenos docentes y consignan ilusionarme hasta si me hablan de los
límites de Atterberg!
Quizás sea mucho soñar, pero si no sueño muero.
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